Fiebre tifoidea: qué es, síntomas y tratamientos

La fiebre tifoidea es una enfermedad infecciosa causada por la bacteria Salmonella typhi, que provoca síntomas como fiebre alta, falta de apetito, tos seca, escalofríos, aumento del tamaño del bazo y pequeñas manchas rojas en la piel, las cuales pueden tardar hasta tres semanas en desaparecer.

La bacteria responsable de la fiebre tifoidea puede transmitirse a través del consumo de agua o alimentos contaminados, por lo que esta enfermedad está asociada a condiciones socioeconómicas desfavorables, especialmente a la falta de saneamiento básico y a una higiene personal deficiente.

Es fundamental que el tratamiento de la fiebre tifoidea sea indicado por un médico general o un infectólogo tan pronto como se presenten los primeros síntomas. El tratamiento puede incluir reposo, aumento de la ingesta de líquidos y el uso de antibióticos, con el objetivo de prevenir complicaciones.

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Síntomas de la fiebre tifoidea

Los síntomas de la fiebre tifoidea son:

  • Fiebre alta con escalofríos;
  • Dolor de cabeza;
  • Pérdida del apetito;
  • Náuseas o vómitos;
  • Tos seca;
  • Estreñimiento o diarrea;
  • Malestar general;
  • Aumento del tamaño del bazo y del hígado;
  • Disminución de la frecuencia cardíaca;
  • Pequeñas manchas rojizas en la piel, especialmente en el pecho y el abdomen.

Los síntomas iniciales de la fiebre tifoidea suelen ser leves, ya que la bacteria puede tardar entre 1 y 3 semanas en multiplicarse y provocar manifestaciones más evidentes y graves.

Es fundamental que la fiebre tifoidea sea identificada y tratada lo antes posible, ya que un diagnóstico precoz permite prevenir complicaciones que pueden poner en riesgo la vida, como hemorragia abdominal, perforación intestinal o una infección generalizada (sepsis).

Diagnóstico de la fiebre tifoidea

El diagnóstico de la fiebre tifoidea lo realiza un médico general o un infectólogo, a partir de la evaluación de los síntomas que presenta la persona. También se consideran aspectos como los hábitos de vida e higiene, así como viajes recientes a zonas de riesgo.

Para confirmar la sospecha, se solicitan análisis de sangre, heces y orina, con el fin de detectar alteraciones compatibles con una infección por Salmonella typhi.

Además, el médico puede indicar exámenes microbiológicos como la coprocultivo y la hemocultivo, que permiten identificar directamente la presencia de la bacteria y confirmar el diagnóstico, facilitando así el inicio del tratamiento más adecuado.

Cómo se transmite la fiebre tifoidea

La transmisión de la bacteria responsable de la fiebre tifoidea ocurre principalmente a través del consumo de agua o alimentos contaminados con heces o orina que contienen la Salmonella typhi.

Los alimentos más comúnmente asociados a la transmisión de esta enfermedad son la leche no pasteurizada, mariscos, hortalizas, verduras, legumbres y frutas que no han sido correctamente lavadas.

Además, la fiebre tifoidea también puede transmitirse por contacto directo con las manos o secreciones de una persona infectada.

Tratamientos de la fiebre tifoidea

El tratamiento de la fiebre tifoidea debe ser indicado por un médico general o infectólogo, con el objetivo de eliminar la bacteria, aliviar los síntomas y prevenir complicaciones.

Las principales medidas terapéuticas incluyen:

  • Antibióticos, como ciprofloxacino, amoxicilina, sulfametoxazol con trimetoprima, ceftriaxona, azitromicina o cloranfenicol;
  • Analgésicos y antipiréticos, como paracetamol o dipirona, para aliviar el dolor y reducir la fiebre;
  • Reposo;
  • Alimentación ligera, baja en calorías y grasas;
  • Aumento de la ingesta de líquidos, como agua filtrada o hervida, y tés suaves.

En caso de diarrea, no se recomienda el uso de laxantes ni el consumo de alimentos que puedan empeorar el cuadro intestinal.

Por lo general, los síntomas comienzan a mejorar a partir del quinto día de tratamiento antibiótico. Sin embargo, es fundamental seguir con el tratamiento durante el tiempo indicado por el médico, ya que la Salmonella typhi puede permanecer en el organismo durante aproximadamente 4 meses sin causar síntomas.

En los casos más graves, puede ser necesario el ingreso hospitalario para monitorización y administración de antibióticos y sueros por vía intravenosa.

Si se presentan complicaciones como cálculos biliares, peritonitis o perforación intestinal, puede ser necesario realizar una cirugía.

Prevención de la fiebre tifoidea

Para reducir el riesgo de contagio, se recomienda adoptar medidas de higiene y seguridad alimentaria, como:

  • Lavarse las manos antes y después de ir al baño, antes de las comidas y al manipular alimentos;
  • Hervir o filtrar el agua antes de consumirla;
  • Evitar alimentos crudos o mal cocidos;
  • Dar preferencia a alimentos bien cocinados;
  • Evitar comer fuera de casa, especialmente en lugares con mala higiene;
  • Enseñar a los niños a no aceptar alimentos de desconocidos ni beber agua de bebederos públicos;
  • No permitir que los niños se lleven objetos a la boca, ya que pueden estar contaminados;
  • Reservar una botella con agua mineral, hervida o filtrada exclusivamente para el niño.

Además, para prevenir la enfermedad, puede recomendarse la vacuna contra la fiebre tifoidea, especialmente para personas que viven en zonas endémicas o que viajarán a regiones con alta prevalencia de esta infección.

Complicaciones posibles

Si no se trata de forma adecuada, la fiebre tifoidea puede dar lugar a complicaciones graves que ponen en riesgo la vida.

Entre las más comunes se encuentran el sangrado o la perforación intestinal, problemas cardíacos como miocarditis o endocarditis, aneurismas, neumonía, cálculos en la vesícula o en los riñones, pancreatitis, meningitis y peritonitis.

Por ello, es fundamental comenzar el tratamiento médico tan pronto como aparezcan los primeros síntomas, con el fin de evitar estas consecuencias.